lunes, 15 de febrero de 2010

¡ASÍ NO SE SORTEA!


Dos agricultores que eran amigos, un día deciden comprar una vaca lechera para montar un pequeño negocio.

Una vez comprada la vaca hacen un pacto y que era el siguiente: De ninguna de las maneras la vaca sería vendida, prestada ni traspasada a nadie hasta el fin de sus días del animal. El mantenimiento de la vaca sería costeado a partes iguales y los beneficios, lógicamente también a repartir a partes iguales.

Ambos amigos firmaron el pacto y comenzaron el negocio. Así estuvieron varios años. Todo iba de maravillas hasta que un día se enfadaron y decidieron separarse del negocio; pero había un problema, que la vaca no podía ser ni vendida ni cedida a nadie. Había que buscar una solución y la encontraron. Dicha solución fué la siguiente: sortear la vaca por la mitad, media para cada uno.

Pero resulta que el sorteo no lo hicieron bien, porque, en vez de sortearla a lo largo del cual los dos hubiesen salido beneficiados o perjudicados, ¿saben como la sortearon? ¡A lo ancho!, es decir del centro hacia la cabeza y del centro hacia el rabo. ¿Cuál fué el resultado?, que al que le tocó de el centro a la cabeza tenía que echarle de comer todos los días y, al que le tocó del centro hacia el rabo la ordeñaba todos los días, llevándose los beneficios de la leche y de los escrementos que esta dichosa vaca dejaba cada día.

miércoles, 10 de febrero de 2010

UNA DE MIS BROMAS.

Un día me encuentro por la calle con un amigo, y me dice, Juan, qué chaqueta mas maja que llevas; yo le digo, esta chaqueta la he ganado en una carrera; mi amigo me pregunta, ¿en una carrera?, sí, le digo yo, ¿ Ycuántos erais en la carrera? me pregunta mi amigo, yo le respondo que tres, el dueño de la tienda, el guardia y yo.

En los años cincuenta salen con su coche dos obreros para ir a trabajar. Son las cinco de la mañana de un día de invierno, cuando llevaban dos o tres kilómetros observan que les persigue la guardia civil de tráfico. Poco a poco aminoran la marcha, llegan los guardias y les hacen señales para que se detengan a un lado de la carretera. Una vez parados se acerca uno de los agentes, les da los buenos días, saludándoles al mismo tiempo. Y les dice, ¿ Ustedes van a ir por la carretera como les dé la gana?
Ellos sorprendidos le contestan al agente, que van bien y que no han cometido ninguna infracción. ¡Cómo que no han cometido ninguna infracción!. ¿ Y el cura que se han cargado al salir del pueblo?.
Los dos hombres se miran el uno al otro, y uno de ellos dice,¿ No te he dicho yo que me parecía muy grande para que fuese un gato? Hay que tener en cuenta que por aquellos tiempos los curas vestían con sotanas de color negro, y en las carreteras había muy poco alumbrado.

jueves, 4 de febrero de 2010

LA ESTATUA DE "EL TIRAOR"



Si hace 50 años esta estatua hubiese estado en donde la han colocado, en la época de verano se habría podido dar un atracón a comer sandías. Me explicaré. Por aquellos tiempos había un señor en Yecla al que llamaban El Tataita; era alto, cuando menos medía cerca de 1.90 y, por entonces pocas personas tenían esa estatura.
Yo, personalmente, conocía a este señor porque también era revendedor en el mercado de Yecla. Cuando llegaba el tiempo de las sandías, se dedicaba a venderlas en este lugar. Lo hacía de la siguiente manera forma: Compraba uno o dos camiones de sandías, las dejaba en el suelo, pero cuando apretaba mucho el calor las tapaba con una lona, y por las noches quitaba la lona y allí estaba, a la sombra de la estatua de El Tiraor, dispuesto a vender sus sandías.
Los sábados y domigos por la noche este señor estaba allí,y ¿ por qué?, pues porque, cuando salíamos del cine, y digo salíamos porque yo también lo hacía, nos juntábamos unos cuantoa amigos y nos íbamos a comernos una o dos de aquellas sandías. Este señor disponía de unas cajas de madera que utilizábamos como mesa y asiento.
A este señor le ocurrió una anecdota, y fue que en la época de invierno, cuando en los mercados venden higos secos, un señor le dijo al vendedor de higos "¿oiga, me vende vd. los higos que pueda coger con una mano al precio de un kilo?" El vendedor, pensando que iba a salir ganando, le dijo que sí. El señor metió la mano abierta en el saco, apretó lo que pudo y, cuando sacó la mano y contaron los higos, había 70; los echaron en una báscula y el peso que dió fue de kilo y medio, algo sorprendente pero cierto, y es que tenía las manos muy grandes.
Tengo que añadir que el hecho de que el Ayuntamiento de Yecla haya colocado ahí esa estatua de El Tiraor, ha sido motivo de controversia porque ha supuesto demasiada inversión para los tiempos de crisis en que vivimos.