jueves, 4 de marzo de 2010

VIVIR PARA CREER.


Por los años cincuenta y poco, en Yecla al igual que en el resto de España, estaba totalmente prohibido trabajar los domingos, y, más que nada, para que, de alguna manera, con esta norma nadie pudiera decir que no podía ir a misa por estar ocupado; y me refiero sobre todo a las personas mayores, porque de los chiquillos ya se encargaban los profesores de las escuelas de obligarles para que nadie quedase sin ir a misa.

Pero vamos a lo que yo quiero contar. El cuñado de un amigo mío vivía en una de las cuevas que por aquella época existían en Yecla y de las que todavía al día de hoy hay algunas. Un domingo fuimos mi amigo Pascual y yo a colocar una puerta en la entrada de la cueva porque la que había estaba muy mal, llena de agujeros y fisuras por todas partes, por donde entraba bastante frío. El dueño de la cueva, y con bastante sacrificio económico, había comprado en el mercado una puerta de madera. Como ya he dicho antes mi amigo Pascual y yo nos prestamos voluntarios, desinteresadamente, a hacer el trabajo; o sea sin cobrar ni una peseta, teniendo en cuenta la situación económica en la que aquella familia se encontraba.

Sobre las once de la mañana de aquel domingo y cuando el trabajo lo teníamos más o menos a medio hacer, apareció una pareja de municipales diciéndonos que ¿ por qué estábamos trabajando a sabiendas de que estaba prohibido? Nosotros le dijimos que lo hacíamos porque entre semana teníamos que trabajar y no nos quedaba tiempo libre para poder hacerlo, y menos en pleno invierno cuando los días son tan cortos de luz solar. La respuesta que nos dieron fué la siguiente, que no tenían más remedio que multarnos a los tres, es decir, al dueño de la cueva, a mi amigo Pascual y a mí con la cantidad de veinticinco pesetas a cada uno. Una y otra vez les explicamos a los municipales las condiciones en las que fuimos a hacer el trabajo, pero no sirvió de nada;o sea que no tuvimos más remedio que pagar la multa, y ¡ ojo con protestar ! porque las cosecuencias podían ser peores. También nos tocó pagar la multa del dueño de la cueva debido a la situación económica en que se encontraba.

Ahora envío una frase: Si estamos de acuerdo en que errar es cosa humana, ¿no es crueldad sobrehumana este tipo de justicia?





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