
Pero vamos a lo que yo quiero contar. El cuñado de un amigo mío vivía en una de las cuevas que por aquella época existían en Yecla y de las que todavía al día de hoy hay algunas. Un domingo fuimos mi amigo Pascual y yo a colocar una puerta en la entrada de la cueva porque la que había estaba muy mal, llena de agujeros y fisuras por todas partes, por donde entraba bastante frío. El dueño de la cueva, y con bastante sacrificio económico, había comprado en el mercado una puerta de madera. Como ya he dicho antes mi amigo Pascual y yo nos prestamos voluntarios, desinteresadamente, a hacer el trabajo; o sea sin cobrar ni una peseta, teniendo en cuenta la situación económica en la que aquella familia se encontraba.
Sobre las once de la mañana de aquel domingo y cuando el trabajo lo teníamos más o menos a medio hacer, apareció una pareja de municipales diciéndonos que ¿ por qué estábamos trabajando a sabiendas de que estaba prohibido? Nosotros le dijimos que lo hacíamos porque entre semana teníamos que trabajar y no nos quedaba tiempo libre para poder hacerlo, y menos en pleno invierno cuando los días son tan cortos de luz solar. La respuesta que nos dieron fué la siguiente, que no tenían más remedio que multarnos a los tres, es decir, al dueño de la cueva, a mi amigo Pascual y a mí con la cantidad de veinticinco pesetas a cada uno. Una y otra vez les explicamos a los municipales las condiciones en las que fuimos a hacer el trabajo, pero no sirvió de nada;o sea que no tuvimos más remedio que pagar la multa, y ¡ ojo con protestar ! porque las cosecuencias podían ser peores. También nos tocó pagar la multa del dueño de la cueva debido a la situación económica en que se encontraba.
Ahora envío una frase: Si estamos de acuerdo en que errar es cosa humana, ¿no es crueldad sobrehumana este tipo de justicia?
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